miércoles, 8 de agosto de 2007

Un día de circo (a la memoria de Ingmar Bergman 1918-2007)



Margot López



Circo Hermanos Roca, Panamá 2007

Uno puede pagar entrada preferencial y gastar un poco más, o pagar la más económica entrada general y asumir la incomodidad de los asientos mal ubicados, la masa de gente, el ruido, el olor a millo con cebolla… O se puede ser panameño y optar por la tercera vía, que es la de “inocentemente” pagar la entrada más barata y preguntar a la acomodadora con cara de quien acaba de comulgar: “dónde queda la sección preferencial”. Esa aparentemente es la versión circense de ‘pago boleto de 10 palos y me cuelo a la sección de 50 cuando nadie me ve, harto practicada en teatros como El Balboa y Anayansi.

En todo caso era evidente que estábamos ante un espectáculo a todas luces muy distinto al de los Hermanos Fuentes Gasca, troupe de cirqueros sufrida como pocas, que incursionó en tierras panameñas con un nefasto tino aquel viernes negro (hace ya 20 años) de lacrimógenas y balas que casi acaba con su famélico puñado de animales. Por una de esas cosas de la vida, cada vez que el bendito circo llegaba a la ciudad, se armaba algún pereque insurrecto. Don Saturnino Gasca, quien ahora reparte refrescos en bolsita en una carpa en Tepito, nos jura que se trataba de una maniobra de PETA para sacarlos del negocio.

Pero me aparto del tema en cuestión. Decía que era evidente que estábamos ante otro tipo de circo, desde que se dio inicio al espectáculo con las majestuosas notas musicales del tema de Monday Night Footbal de la cadena norteamericana ESPN/ABC. Con una sensación de que por algún lado iba a salir Howard Cosell en smoking, el anillo central (el único en este caso) se colmó con la presencia de los hermanos Roca-y digo se colmó porque aunque uno siempre asuma la vida de circo como una existencia sacrificada y muy dura, hay que reconocer que los tres hermanos lo que se dice hambre no estaban pasando. Vaya, cada uno ostentaba unas nalgas de rumbera que bien podían darle envidia a la domadora de gorilas mecánicos de 12 metros (que por cierto creo que también era una hermana Roca)-.

Debe ser que los Hermanos Roca están interesados en mantenerse al tanto con las nuevas generaciones, y de ahí sus mensajes de protección a los animales. Por ejemplo, en vez de torturar a un león amaestrándolo para el circo, disfrazan a un poodle con un traje de leoncito sin aberturas para ver o respirar. Hay quienes dirán que esto es cruel (siempre hay críticos), pero si consideramos que un poodle es mucho más pequeño que un león, creo que todos estaremos de acuerdo en que se trata de una tortura menor.

Por otro lado está el tema del reciclaje: el reciclaje de películas de Disney que nadie ha visto en 30 años, reciclaje de chistes que otros comediantes ya habían echado a la basura, reciclaje de alambre para pollos en la esfera de las motos de la muerte… en fin, nada es un desperdicio en manos de los Roca.

Sin duda el momento cumbre de la noche fue la presentación de ese clásico inolvidable, Blanca Nieves y los siete enanitos. El silencio era sobrecogedor entre el público. Tal era el nivel de atención, que uno podía escuchar la respiración colectiva, que a ratos sonaba de forma peculiar a ronquidos.

En todo caso, cómo explicar la emoción de escenas como aquella en que la bruja le pregunta a Blanca Nieves si se le antoja hacer un pastel. Esta le dice que ya hizo uno de piña, a lo que la bruja le contesta que los que están buenos de verdad son los de manzana. Y en eso me pongo a pensar que eso del pastel de piña (que asumo sería un volteado) sí que está curioso, porque la verdad es que en esos bosques europeos como que no se daba mucho la piña, pero en fin. La cosa es que la bruja le da la manzana y la otra se muere y nos anuncia una voz que sale como de la estratósfera que los enanos absortos con su belleza incluso en la muerte, deciden enterrarla en un delicado ataúd de cristal. Acto seguido se encienden las luces y vemos a Blanca Nieves en una colchoneta a duras penas apoyada sobre una caja destartalada de madera que minutos antes trasteaban los hermanos Roca en un sketch cómico (una vez más: reciclaje). Así que como buenos niños todos usamos nuestra imaginación para hacernos la idea del bellísimo ataúd de cristal. Qué bonita lección.

El cierre, como era de esperarse, fue espectacular. Y es que Producciones Hermanos Roca Internacional no mide límites. Para que vean como un humilde circo colombiano se enfrenta de tú a tú con cualquier estudio de Hollywood, presentando a un temible monstruo llamado King Kong (aparentemente se han hecho algunas películas al respecto), quien nos mantuvo en un suspenso de muerte los quince minutos que demoró desatascar a la gran bestia de la cortina en la trastienda.

Esperemos que actividades culturales como esta sigan enriqueciendo a nuestra juventud, apartándola del flagelo de la droga, y otros males del mundo. Tal vez la próxima vez alguien nos sorprenda con un feroz dinosaurio de origen japonés (Godzilla es un buen nombre, tomen nota) o la tierna y novedosa historia de una bella joven acosada por sus hermanastras, que encuentra el amor de un príncipe a través de un zapato extraviado.